Es como es..

Felicidad inaudita esa misma que es grandiosa, magnífica, siempre inesperada, espontanea, natural, verdadera, sin artilugios elaborados. Felicidad genuina que da el amor cuando es sin malicias o mezquindades, sin ataduras, posesiones o delirios de grandeza.

Cuando se da amor y este es bien recibido, cuando es recíproco y desinteresado de golpe se convierte en un cóctel embriagador, poderoso e irresistible en  los que se mezclan cariño, alegría, esperanza, y dicha. Muchas de las emociones que brotan desde los rincones más profundos de mis afectos cuando me fijo en ese brillo de celofán que tienen los ojos sinceros, los ojos.. Enamorados de la vida.

Esa pasión que despierta el alma, que aviva las ganas, que da calidez incluso en la más helante de las realidades. Un oasis de paz en medio de la árida hostilidad en la que nos encierra la rutina. Un mar en calma después de las tormentas que desata la soledad.

Un naranja atardecer, un exquisito empalago de dulces sensaciones, el lento crepitar de una llama a veces perdida y olvidada por nosotros.. La arena de la playa que es constantemente besada por el mar, recordando con el sonido de cada ola que sigue ahí y que nunca se irá, con las palmeras moviéndose al ritmo sublime y tierno de la brisa como respondiendo a un amor que lleva todos los años del mundo..  Bailando a su manera una música tan natural y antigua como el universo. Así como el mágico cielo cuando está minado de las luces infinitas, las siempre plateadas estrellas, cubriéndolo todo en la penumbra de la noche.

Libre como el espíritu e infinito como la galaxia.. Haciéndolo todo más ligero  más bonito y más radiante.. Así es el amor, capaz de eso y mucho mas. Es como es y cuando nos damos cuenta de su existencia hay que ser, y dejarlo ser.

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