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Eres, un montón de cosas hermosas y también eso que no dices pero que llevas contigo.

Vacío, desolación, desgano... uno se va convirtiendo en un bulto de palabras dolorosas al pasar el tiempo estando perdido. Sin sueño pero adormecido perennemente. Como si tu cuerpo se moviera en el hastío inexplicable de un corazón al abismo del olvido inexorable... sin brújula, sin norte en la inmensa bruma de un alma que no se conoce a sí misma, o que olvidó quien era a causa de interminables raudales de dolor diario, de auto decepción infitina. Como una noche larga que no parece tener fin aunque amanezca, porque las sonrisas no son ni dan la calidez de un rayo de sol. Vivir así duele, es desgarradoramente agotador... es sentir un dolor capaz de helarte y herirte cada centímetro de la piel o de simplemente arrancarte todo vestigio de entusiasmo. Una distancia insólita entre quien fuiste, eres o serás... porque no lo sabes, no sabes como volver de los rincones de tu mente traicionera, de las esquinas de tu presente empolvado de cosas no resueltas, del hollín proveniente de recuerdos ...

En el pueblito de mi infancia

 Era la inmensidad del cielo con sus millones de estrellas titilando y brillando, una luna que irradiaba una tenue luz amarilla dando un aire casi mágico a todo aquel ambiente adornado de esponjosas nubes que no dejaban de pasar.  La brisa era fría, envolvía, arropaba, acariciaba desde el cuerpo hasta los mas sublimes recuerdos. Se respiraba tranquilidad, libertad y entonces sentir tamaña paz era inevitable. De día, solo hace calor y brisa abrasadora que intenta mover desenfrenadamente los  abundantes cactus, cujíes y tunas que crecen a pesar del implacable clima. El sol calienta la pequeña y verde ciénaga  regalando un sudor desesperante.  Nadie podría imaginarse que en la noche ese pequeño pedazo del mundo adquiriera tal místico encanto.  Me sentí  afortunada de poder estar allí, embriagada de tanta naturaleza, respirando ese aire tan limpio ya que hacía tiempo que no me maravillaba con algo tan bello y auténtico pero tan simple a la vez. ...

Es como es..

Felicidad inaudita esa misma que es grandiosa, magnífica, siempre inesperada, espontanea, natural, verdadera, sin artilugios elaborados. Felicidad genuina que da el amor cuando es sin malicias o mezquindades, sin ataduras, posesiones o delirios de grandeza. Cuando se da amor y este es bien recibido, cuando es recíproco y desinteresado de golpe se convierte en un cóctel embriagador, poderoso e irresistible en  los que se mezclan cariño, alegría, esperanza, y dicha. Muchas de las emociones que brotan desde los rincones más profundos de mis afectos cuando me fijo en ese brillo de celofán que tienen los ojos sinceros, los ojos.. Enamorados de la vida. Esa pasión que despierta el alma, que aviva las ganas, que da calidez incluso en la más helante de las realidades. Un oasis de paz en medio de la árida hostilidad en la que nos encierra la rutina. Un mar en calma después de las tormentas que desata la soledad. Un naranja atardecer, un exquisito empalago de dulces sensaciones, el len...

Cuando pican los dedos.

Cierro los ojos. Respiro profundo, abro los ojos, observo la laptop.  Levantando cuidadosamente las manos, las veo.. Con una mirada queda las observo y las poso sobre el teclado. Empiezo a mover sutilmente los dedos. Vuelvo a respirar hondo. estiro los brazos y vuelvo a apoyar suavemente las manos en las pequeñas teclas con el alfabeto. Siento y absorbo esta sensación extraña.  Es como un torrente de emociones que me empuja y a pesar de eso no me resisto porque no quiero nadar contra la corriente. Mis ojos van desde la pantalla a mi vaso con agua, al porta lapiceros, a mis dedos y de nuevo a la pantalla tratando de asimilar, pero no hay tiempo para eso.  Es un capricho, casi una necesidad incontrolable. Una exigencia desde el fondo del alma que cosquillea y pica en la punta de mis dedos para que bailen a su ritmo. Como una música, como un susurro sutil que puede confundir a cualquiera que no sepa escuchar.   No hay tiempo para pensar, lo que es natural no nec...