En el pueblito de mi infancia
Era la inmensidad del cielo con sus millones de estrellas titilando y brillando, una luna que irradiaba una tenue luz amarilla dando un aire casi mágico a todo aquel ambiente adornado de esponjosas nubes que no dejaban de pasar. La brisa era fría, envolvía, arropaba, acariciaba desde el cuerpo hasta los mas sublimes recuerdos. Se respiraba tranquilidad, libertad y entonces sentir tamaña paz era inevitable. De día, solo hace calor y brisa abrasadora que intenta mover desenfrenadamente los abundantes cactus, cujíes y tunas que crecen a pesar del implacable clima. El sol calienta la pequeña y verde ciénaga regalando un sudor desesperante. Nadie podría imaginarse que en la noche ese pequeño pedazo del mundo adquiriera tal místico encanto. Me sentí afortunada de poder estar allí, embriagada de tanta naturaleza, respirando ese aire tan limpio ya que hacía tiempo que no me maravillaba con algo tan bello y auténtico pero tan simple a la vez. ...